# Malestar latente entre ambos colectivos

La cantidad de autores que se autopublican no deja de aumentar. Hoy en día, muchos escritores prescinden del editor cuando, años atrás, demandaban migajas de su atención.

En la actualidad, muchos autores publican y venden libros sin su intermediación. El autor ha tomado el control de la propia producción y esa mirada suplicante se ha convertido en un corte de mangas displicente.

Hoy en día, muchos editores se ven obligados a defender la relevancia de su oficio. El que muchos autores decidan asumir riesgos unido al hecho de que en este país cada vez se edita peor obliga a muchos editores a predicar las bondades de su oficio.

Hace unos días me topé con un artículo que trata sobre estas cuestiones de un modo profundamente revelador: Qué hace un editor (según los editores), y qué debería hacer y no hace (según algunos autores). Arantxa Mellado muestra algunos fragmentos de un documento redactado por miembros del Hachette Book Group y que, al parecer, fue difundido por alguno de sus integrantes.

El relato es interesante. A pesar de que tiene unos años, las ideas que presenta continúan vigentes y los comentarios a que dio lugar no tienen desperdicio. ¿Lo vemos?

#¿La autopublicación es un error?

El autor del artículo defiende que la autopublicación es un error y destaca las razones por las que un autor debería apostar por la edición tradicional.

Los comentarios jocosos de dos autoras (intuyo que indies) provocaron la reacción incendiaria de un editor que cargó contra los autores autopublicados, atreviéndose a expresar lo que, a buen seguro, muchos editores callan por prudencia. Reproduzco el audaz comentario para animaros al debate sosegado y constructivo.

«Lo de la autoedición es perfecto para los editores: nos libramos de tener que atender, por mera cortesía, a montones de friquis que ya pueden ver su ego satisfecho por autoeditar ridiculeces -que de otro modo nunca verían la luz, pues ningún editor arriesgaría su dinero y prestigio con ellas- únicamente en pantalla o imprimir tiraditas de unos pocos cientos de ejemplares en impresión digital (es decir, con mínima calidad de “tintas” -en puridad, ni son tintas-, formatos limitados, etc.) a un precio mucho más caro por ejemplar que una tirada en ófset. Ya pueden elegir tipografías sin otro criterio que el de su gusto estético (de interlineado, ni hablemos, que se quedarán con el que les dé el programa informático por defecto); dar el ancho de mancha que les apetezca sin atender al resultado estético y funcional (de ríos, calles, etc. ni hablemos); dar formato a un libro sin saber lo que es una imposición en plancha ni como se prevé que el lector lo lea (según su formato y función, cada libro se tomará de diferente modo, lo que afecta a legibilidad y lecturabilidad); empezar secciones en página par o impar, según les cuadre (bueno, en caso de que sepan los tipos de sección que su libro requiere); emplear siglados y anotaciones como mejor consideren; usar los signos de puntuación de manera incorrecta, como casi todo el mundo (¡un punto y coma! y eso… ¿para qué sirve?); cometer cualquier tropelía gramatical;¿ortografía? ¡adelante con los correctores informáticos!… Señores, para hacer un libro no basta con saber manejarse con un programa de maquetación: este es el último paso.

Luego, que intenten unas ventas decentes sin distribuidoras de por medio (por algo son los que se llevan el mayor porcentaje del p.v.p.). De paso, que así dinamiten el sistema de precio fijo del libro, verás qué bien para la cultura y esos libros de venta demorada pero imprescindible existencia. Después de los gastos de edición, distribución y logística, promoción, liquidaciones con el fisco, etc. igual se dan con un canto en los dientes por volver al mínimo del 10% sobre los beneficios con los que por ley un editor tiene que compensar sus derechos sobre la obra. ¿Liquidaciones mensuales? Quizá eso le vendría muy bien al súper-ventas citado en el artículo (en realidad, un autor de novelitas de miedo del que nadie hablará cuando deje de ser rentablemente productivo), aunque siempre será una chorrada hacer doce veces en un año lo que se puede hacer sólo una, pero la mayoría de los autores verían ridícula una liquidación mensual de sus ventas, que no les daría ni para pipas.

En fin, podría seguir así durante horas, pero resumiendo: por favor, autoeditaros todo lo que podáis; no os lo penséis más. De este modo, la antigua profesión de los editores, que comparto, no ganará más que prestigio y su aval será el de la excelencia de sus productos. Y con ellos, los autores que de verdad sean dignos merecedores de tal calificativo y sus necesarias obras.

La ignorancia, ya se sabe, es atrevida».

Muy interesante, ¿verdad? Y tú, ¿cómo lo ves?

 

Comentario publicado por Pincho, el 9 marzo, 2012 at 5:33 PM

Fuente original:

http://www.actualidadeditorial.com/editores-funciones/

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