El escritor que en realidad era un mago

Hay algo etéreo en la forma de escribir de Alejandro Palomas, algo sublime, tierno, profundamente evocador. Su dominio del lenguaje le permite transformar palabras sencillas en arte, en pura inspiración.

«La familia es un continuum de naufragios que marcan las muertes y los nacimientos. Entre los unos y los otros, el tiempo se cuela y empuja, cincelando la historia. Por eso, ser familia es serlo también de nuestros vivos y de nuestros muertos, de los recuerdos, de lo que pudo ser y no fue y de las conversaciones que quedaron en el aire y que repetimos en voz alta cuando estamos solos, invocando la cercanía de los que se fueron antes. Somos familia de las decepciones que vivieron nuestros antepasados, de sus logros, sus fantasías y sus sueños, y también lo somos de la estela de nombres, caras y recuerdos que cada uno de esos naufragios comunes deja tras de sí.
Esta balsa, la de los que seguimos vivos, está habitada por mamá, por Emma, por el tío Eduardo —que, aunque viva en el otro rincón del mundo, también nos acompaña—, Silvia, Shirley, R y yo. Juntos flotamos en el tiempo, unidos por lo que hemos traído hasta aquí: naufragios comunes y huecos que todos vamos poco a poco rellenando. Entre los que se fueron y cuentan todavía, están la abuela Ester y Max; y en el limbo de los que no se han ido pero ya no cuentan, flota papá. Papá es una sombra que nos habita, pero no es duelo porque renunció a nosotros en vida cuando se divorció de mamá y de nosotros con ella, y su huida nos hizo bien. Se fue y no se quedó, dejando tan solo el recuerdo de lo que nos ha hecho como somos y de lo que hemos ganado con su pérdida. Ha sido un descuento y está bien así».

Alejandro Palomas es arquitecto de lo cotidiano y lo realza con su voz de poeta. Rescata la esencia de un día cualquiera y nos lo devuelve reinventado. He leído Un perro y he tomado conciencia de la magia que oculta cada momento que vivimos, cada sentimiento que inspiramos, cada secreto que compartimos.

Sus personajes son, como él dice, personas. Resulta sencillo empatizar con ellos, porque, en algún momento de nuestras vidas, compartiremos sus miedos.  Pienso en Amalia, la madre de su trilogía. Ella es singular, extraordinariamente peculiar. Pero, ante todo, Amalia es.

«…A mi espalda, mamá cuida de que la balsa flote, vigilando en pequeño para que ninguno de los que todavía seguimos a bordo se despiste y pierda pie. Delante de mí, Rulfo celebra la voz de mamá con la cola, anticipando lo que seguirá recibiendo de ella hasta que uno de los dos se convierta en ausencia y el otro siga solo, y entre los dos estoy yo, los ojos de mamá detrás, la cola de Rulfo delante. Y así, así de acompañado, siento que esto que tengo es poco pero es grande, y que quizá, después de todo, baste con una buena compañía para sentir que hemos tenido una buena vida».

En sus libros, se nota que navega cómodo en las aguas del universo femenino. Todo lo que cuenta es relevante, nada es banal. Su relato es denso, intenso, envolvente: no hay descanso para el lector. La belleza de su prosa y la singularidad de las historias que cuenta constituyen un rasgo definitorio de su estilo, de su personalidad y de su voz.

Alejandro utiliza el léxico con precisión quirúrgica. En sus textos no hay un verbo, un adjetivo o un adverbio que aparezca fuera de lugar. Sus palabras conforman un ejército alineado que adopta posiciones privilegiadas con un propósito: conmocionar.

Un perro me ha llegado a la mente y al corazón, y, como él pretendía, me ha golpeado en el plexo, me ha dado bien fuerte ahí. Me gusta la forma como juega con los secretos, la manera como describe y muestra el devenir de los acontecimientos.

Esta novela, donde se relata lo que se cuenta una familia mientras espera una llamada trascendental, me ha emocionado. Me parece curioso que digan que su obra se dirige a un público juvenil, que no digo que también, pero pienso que hay que ser maduro para disfrutar con plenitud de lo que escribe, para comprender los matices, el significado de los silencios, la potencia de las metáforas que compone con tanto acierto.

«…Hoy, esta mañana de este verano que apenas empieza a serlo, lo pequeño ha vuelto a ordenarse y la balsa se desliza de nuevo en la corriente sobre los remolinos de recuerdos, las voces que fueron y que ya no están y una estela de peces rojos como flores que surcan el presente continuo entre el alivio, la luz y la supervivencia. Lo que nos lleva, lo que marca la compañía, es tan sencillo y tan doméstico como lo es la alegría en la cola de un perro que agita en el aire la voz de una madre».

Alejandro, perdona que te diga que tú no eres escritor. Tú eres mago. Por favor, sigue hechizándonos con tus historias.


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