En algunas ocasiones, cuando componemos un relato cometemos errores que pueden evitarse fácilmente si planificamos algunos aspectos esenciales antes de empezar a escribir.

Imaginemos, por ejemplo, que deseamos componer una escena o una secuencia de escenas mostrando a una persona que amenaza con suicidarse. La primera pregunta que podríamos hacernos tiene que ver con el lugar donde transcurre la acción y el momento, es decir, con las coordenadas generales del relato. Podríamos rescatar exclusivamente, el instante en que el protagonista valora la posibilidad de arrojarse al vacío y centrarnos en su mundo interior. En este caso, el relato se centraría en un solo plano de acción: el espacio en el que el personaje ha decidido cometer el suicidio. Pero no haremos esto, porque será más interesante (en este caso concreto) presentar la información desde tres puntos de vista distintos, así que diseñaremos tres planos. Así veremos con mayor facilidad los errores que podemos evitar. Articularemos, pues, la secuencia en tres planos de acción (tres escenas):

  1. El plano de acción principal: la azotea en la que se encuentra el protagonista del relato: un hombre joven que está decidido a arrojarse al vacío. La altura es importante, porque condiciona la visión que los personajes tendrán sobre lo que ocurre, incluido el narrador, así como lo que percibirán. Se trata de un edificio alto, pongamos, nueve pisos.
  2. Un plano secundario, a pie de calle: desde esta posición narraremos la reacción de los transeúntes, los niños que juegan en la calle, la llegada de bomberos, policía, ambulancias…
  3. Un plano medio complementario: desde este punto de vista narraremos los comentarios de los vecinos del inmueble, que han salido a los balcones alertados por el griterío.

En una secuencia de escenas de estas características los errores que cometeríamos probablemente tendrían que ver con una interpretación incorrecta de aquello que los personajes y el narrador perciben considerando la distancia entre planos.

Plano de acción principal: cuestiones a tener en cuenta

Pensemos que una persona situada en la azotea de un edificio de nueve pisos habrá sonidos que no percibirá y otros que percibirá de manera muy amortiguada. Podemos imaginar al protagonista mirando hacia la calle, valorando el impacto de la caída. Podemos imaginar que está mirando a los niños que juegan al futbol, por ejemplo, chutando una lata o cualquier otro objeto (una pelota, no). Desde la distancia en que se encuentra el protagonista resultará muy difícil que pueda identificar el objeto por el sonido que emite o por su aspecto, porque la distancia no se lo permitirá.

El sonido del tráfico, los comentarios de los transeúntes, aunque se dirijan a él gritando, le llegarán muy amortiguados y no logrará comprenderlos. Quizá perciba con claridad el motor de los autobuses o el de los camiones, el claxon de los automóviles en caso de que haya un atasco en la calle, pero difícilmente percibirá modelos concretos, vestimentas, etcétera. Son detalles que parecen evidentes, pero me encuentro, a menudo, con este tipo de errores de percepción cuando valoro los textos que me enviáis.

En ocasiones, acostumbro a plantear a los autores con los que trabajo alguna pregunta trampa. Por ejemplo, les pido que imaginen lo que sucede en una escena mirando por el ojo de la cerradura. La mayoría de los autores componen la imagen como si estuvieran visualizando perfectamente lo que ocurre en la habitación, sin tener en cuenta que mirando por el ojo de la cerradura solo podríamos apreciar algún detalle muy concreto. Esto sucede porque nos dejamos llevar por la imaginación y perdemos de vista la lógica.

Pero volvamos al caso que nos ocupa. Un aspecto que tenemos que considerar, también, es que una persona que ha decidido suicidarse, probablemente no se fijaría en los elementos del entorno, a no ser que le llamasen mucho la atención por algún motivo concreto. Es más lógico que lo mostrásemos sumido en el caos, así que sería un buen momento para componer un monólogo interior o, incluso, un soliloquio.

Desde este plano podrían llamarle la atención los sonidos de las sirenas de policías, bomberos y ambulancias, ciertas emisiones lumínicas o las palabras de un especialista que le habla usando un megáfono. Tienen que ser estímulos poderosos que lo saquen de su mundo interior. Cualquier otro detalle, seguramente no lo percibiría a causa de la distancia, pero, también, por falta de interés.

Plano secundario a pie de calle

Situémonos, ahora, en el plano secundario a pie de calle. Para los transeúntes, desde esta posición, resultará muy complicado deducir que una persona intenta suicidarse, porque la percibirá, a penas, como un punto elevado. Ni siquiera una persona que tenga vista de lince podría deducir que un individuo tiene la intención de suicidarse, a no ser que la postura del personaje lo haga evidente. Es algo que tenemos que considerar al componer la escena. El protagonista no puede presentarse simplemente asomado y, si me apuras, ni siquiera sentado, porque resultaría confuso. Si lo presentamos de pie sobre el balaustre llamará poderosamente la atención. Tenemos que situarlo de manera que resulte clara su intención a pesar de la distancia.

También podemos considerar que, cuando sucede algo así, algún transeúnte llama a la policía, así que es interesante que pensemos en la posibilidad de que los vecinos se reúnan para tratar de hacer algo mientras llegan los especialistas, por ejemplo, buscar una lona y extenderla… es normal que cuchicheen, que comenten la jugada e, incluso, que intenten contactar con un vecino para que suba a la azotea con el fin de disuadirlo. Las personas, en estos casos, tendemos a ayudar, así que lo más natural sería presentar al grupo típico de mirones pero, también, a las personas en acción, intentando echar un cable. Hay que investigar cómo acostumbramos a reaccionar en estas situaciones para que el relato resulte verosímil.

Lo importante, en todo caso, es tener en cuenta qué pueden percibir desde esa distancia y, también, que resulta inútil que los transeúntes se dirijan directamente al suicida, porque no puede oírlos. Podríamos mostrar, también, las conversaciones que mantienen entre ellos. Quizás no es la primera vez que lo intenta. Es posible que la semana anterior los vecinos hubieran asistido a una escena parecida, con lo que ya tendrían más información sobre el caso, que podrían compartir con el lector. Esto sería interesante.

La llegada de los especialistas

En una escena de este tipo, mostrar a los especialistas conversando con el suicida parece lógico. Es importante que conozcamos los protocolos de actuación para que la conversación resulte verosímil y que nos concentremos en transmitir tensión. Acompañemos, por ejemplo, el momento, con una situación atmosférica propicia que contribuya a configurar el espacio psicológico. Un cielo plúmbeo, amenaza de tormenta, etcétera. Es importante no improvisar estas cuestiones.

Reflexiones sobre el plano medio

En estos casos resulta habitual que las personas se asomen a los balcones o a la ventana para ver qué ocurre. Pensemos en que resultará más efectivo que situemos el foco en el edificio de enfrente, en una perspectiva desde la que la persona que se asoma tenga una visión mucho más cercana de lo que ocurre. Desde esta distancia media es probable que podamos ser testigos de lo que realmente sucede.

Si tenemos una visión de la azotea y de la posición del suicida, podemos, también, visualizar si en el escenario hay alguna otra persona, cosa que no podríamos percibir desde otros planos y que podría cambiar totalmente nuestra interpretación sobre lo que ocurre. Desde este plano medio, un vecino (desde su balcón) podría haber sido testigo de un crimen. Una pareja discute. En un momento dado, él la empuja, ella cae, se golpea la cabeza y sangra copiosamente. Desde la posición del observador en este plano medio, podría deducirse que la mujer ha muerto. Entonces, el hombre se sube al balaustre con la intención de suicidarse.

O, lo que en principio sería más lógico, el testigo podría visualizar el resultado de la acción, cosa que los transeúntes no pueden hacer: en el escenario hay una mujer que parece muerta y un hombre de pie sobre el balaustre. Lo importante de mostrar la escena desde diferentes posiciones es aportar información complementaria, que nos permita comprender qué ocurrió.

Si centramos el foco en un balcón situado en el mismo edificio en que suceden los hechos tenemos un problema: las personas que se asoman podrán ver algo, quizá, desde las ventanas mirando hacia arriba. Pero si están asomadas a un balcón, el balcón del piso de arriba les impedirá ver lo que ocurre. Tengamos en cuenta esto. Será difícil que hipoteticen sobre la identidad del personaje o sobre sus motivaciones: desde esta posición no tendría sentido, porque su visión será muy limitada.

Es posible que puedan aportar información complementaria si, por ejemplo, alguna vecina les hubiera comentado que su hijo lleva tiempo deprimido, que le habían diagnosticado una enfermedad degenerativa grave y que no deseaba continuar viviendo, al ser consciente de que, en poco tiempo, acabará paralizado por completo.

Pensando en la propuesta que he planteado para el plano anterior, podría suceder, también, que estos vecinos llevaran tiempo escuchando discusiones, peleas entre la pareja del séptimo quinta. Podría darse el caso de que hubieran escuchado a la mujer pidiéndole el divorcio y amenazándolo con llevarse a su hijo al extranjero y, podrían haberlo escuchado a él amenazando a su mujer con el suicidio.

Lo importante es aprovechar los distintos puntos de vista para ofrecerle al lector una panorámica acerca de lo ocurrido. Vamos dosificando la información en cada plano de manera que, al final, solo nos quede averiguar si la persona se arroja al vacío o decide no hacerlo.

Si se trata de un relato, intentemos sorprender al lector. ¿Y si en ningún momento el personaje hubiera intentado suicidarse? ¿Y si hubiéramos malinterpretado la situación? Busquemos ese punto de giro que haga que, al final, la curva dramática alcance el punto álgido. Es cierto que podemos limitarnos a retratar la realidad, pero soy partidaria de explorar sus límites y de llevar al lector, siempre, un poco más allá.

Os propongo que desarrolléis esta secuencia: constituye un ejercicio interesante y una oportunidad para practicar la composición de escenas en planos distintos.

¡Ánimo y a escribir!

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