Sí. Es posible que en un momento dado te hayan preguntado por un libro o una película y hayas respondido que es un rollo. Tenemos que viajar a tiempos de Herodoto para comprender el significado de esta palabra cuando la utilizamos en este contexto. Como autor, recuerda que de vez en cuando es importante consultar las fuentes, así que en el artículo de hoy nos familiarizaremos con un libro que habla sobre la invención de los libros en el mundo antiguo. Se trata de El infinito en un junco de Irene Vallejo editado por Siruela.

Vamos a reproducir un fragmento del texto en el que la autora nos ilustra sobre la importancia de la invención de los rollos. Esperamos que os animéis a leerlo, ya que es un clásico, un libro de cabecera que todo escritor debería conocer. ¡Esperamos que lo disfrutéis! Y no. No es un rollo. ¡Todo lo contrario!

«Sin duda, la invención de los rollos significó un gran avance en su momento. Eran dispositivos librarios más prácticos que ninguno de los precedentes. Desde luego, poseían mayor capacidad que las tablillas de barro y eran mucho más transportables que las señales de humo o las inscripciones en bloques de piedra; aun así, no dejaban de ser engorrosos. Como ya he explicado, se escribía solo en una de las caras del papiro, por lo que los rollos tendían a convertirse en tiras muy largas, repletas, en el lado utilizable, de columnas de una apretadísima escritura. Para abrirse paso a través de ese abigarrado laberinto de letras, el lector debía ejecutar un molesto tejemaneje, enrollando y desenrollando constantemente metros y metros de texto. Además, para rentabilizar al máximo el caro material, los libros estaban escritos sin dejar espacios de separación entre las palabras ni entre las frases, y sin dividirlos en capítulos. Si gracias a una máquina del tiempo, pudiéramos tener entre las manos algún ejemplar del siglo V a.C. de las Historias de Herodoto, nos parecería que una sola palabra ininterrumpida e interminable se expandía por casi una decena de rollos de papiro.

Solo textos breves, como una tragedia o un diálogo socrático, cabían cómodamente en un único rollo. Cuanto más largos eran los rollos, más frágiles e incómodos, y más propensos a romperse. Buscar un pasaje en concreto en un ejemplar de cuarenta y dos metros (el más largo que se conoce), bien podría provocar calambres en los brazos y una leve tortícolis.

La gran mayoría de obras antiguas ocupaban, por tanto, más de un rollo cada una. En el siglo IV a.C., los copistas y libreros griegos desarrollaron un sistema de reclamos para asegurar la unidad de las obras distribuida en varios libros. El mismo sistema ya había sido practicado con las tablillas de Oriente Medio. Consistía en escribir al final de un rollo las primeras palabras del rollo siguiente, para ayudar al lector a localizar el nuevo tomo que estaba a punto de comenzar. A pesar de las precauciones que se pudieran idear, la integridad de las obras siempre estaba amenazada por una incontrolable tendencia a la disgregación, el desorden y la pérdida.

Había cajas preparadas para guardar y transportar rollos. Esos recipientes intentaban proteger a los libros de la humedad, de los mordiscos de los insectos, del colmillo del tiempo. En cada caja cabrían entre cinco y siete unidades, dependiendo de la extensión. Curiosamente, muchos textos conservados de autores antiguos son múltiplos de cinco y siete. Tenemos siete tragedias de Esquilo y otras tantas de Sófocles, veintiuna comedias de Plauto, y partes de la historia de Tito Livio preservadas de diez en diez libros. Algunos investigadores piensan que, en el azaroso recorrido de la transmisión y las peripecias del tiempo, esas piezas se salvaron precisamente porque las guardaron juntas en una o varias de aquellas cajas. Me he adentrado en estos detalles para explicar hasta qué punto eran frágiles y difíciles de proteger los libros por aquel entonces».

Esperamos que este fragmento de la obra os haya despertado el gusanillo de leerla. ¡Ánimo! Un buen escritor integra en su espíritu todo tipo de conocimientos relacionados con el mundo de la creación y el universo del libro. ¡Aprovecha el verano para acercarte a la obra de Irene Vallejo!

 

 

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