Breve catálogo de ruidos
Como hago cada día, he empezado la mañana con mi taza de café y ojeando La Vanguardia. Y, mira por dónde, me he topado con un artículo interesantísimo en que Arturo San Agustín describe el ambiente sonoro del centro de Barcelona. Se titula Breve catálogo de ruidos. De él podemos aprender a qué detalles conviene prestar atención cuando se trata de crear un retrato vívido de un espacio a partir de sus elementos sonoros.
San Agustín habla de ruidos que ya han desaparecido. Ruidos que define como industriales. Según sus palabras, aquellos que las fábricas y sus chimeneas, los talleres mecánicos y aquellas sirenas que llamaban al trabajo de los obreros.
En su opinión, en la actualidad el ruido es más ruidoso. El tráfico rodado, las máquinas tragaperras, los que hablan continuamente por el móvil y el bullicio de los turistas han sustituido al ruido industrial.
También se refiere en su artículo a otro tipo de ruidos, los producidos por la clase política y al que define como ruido mediático, muy perniciosos para la salud, con los que tenemos convivir junto con nuestros ruidos de cada día: el que provoca el ascensor, el grifo que gotea o el irritante claxon del coche de un ciudadano cabreado […].
De una manera brillante, San Agustín se refiere a aquellas personas a las que acostumbran a molestar estos ruidos de forma especial: los italianos, algunos poetas barceloneses con paraguas y los académicos calvos, mayormente madrileños.
Si alguien te preguntara cuál es el sonido que primero te viene a la mente y que más te molesta, posiblemente responderías que, el de la ambulancia. Al menos, eso escribe el articulista, aunque sea un ruido necesario. Molesto, según explica, por la manera como golpea y rebota en las fachadas de sus edificios. Sin embargo, él afirma que lo prefiere a la vibración sorda pero intensa que […] nos regalan los autobuses modernos, y que hace que los cristales de las ventanas vibren amenazadoramente.
Habla, también, de ruidos que merecería la pena recuperar como los rugidos de la selva, que hemos sustituido por el rugido mecánico de los automóviles. Y, de los motoristas, cabe decir, siempre según el autor, que son idiotas montados en un ruido.
Los domingos y festivos, los deportivos y las motos de gran cilindrada dejan sorda a la Avenida Diagonal. Es un ruido, como señala el autor, voluntariamente provocado. Uno de esos que podríamos evitar.
Y luego están, según sus palabras, aquellos que, por supuesto amor a la música, convierten sus automóviles en discotecas. Y, también piensa en aquellos ancianos que abusan del volumen de su televisor. Y sigue San Agustín con su catálogo de ruidos, porque están los bares, los que gritan a sus teléfonos móviles y aquellos que, con sus altavoces portátiles, han convertido nuestras calles y plazas en la discoteca caribeña que muchos no nos merecemos.
Acabo de leer este artículo y abro mi bolso en busca de un paracetamol. Me duele la cabeza. Es lo que ocurre cuando lees un texto sobre ruidos tan bien escrito; tan visible, que te dan ganas de perderte en la soledad sonora del campo. Qué diferencia de ruidos, ¿verdad? Quizá seas de los que prefieren el rumor de las olas que se rompen contra el embarcadero en otoño cuando se han apagado otros ruidos.
O quizás, como yo, seas de los que se adormecen al atardecer escuchando el amable sonido del silencio. Sea cual sea tu caso, seguro que coindices conmigo en que este artículo constituye un extraordinario ejercicio de escritura que conviene practicar.
Por cierto, páginas atrás, se informa de que la venta de libros digitales en español, en el mundo, creció un 10% en el 2018 respecto al 2017, mientras que en España aumentaron un 8%, según el informe emitido por Libranda, distribuidora de libros digitales y audiolibros en España.
Ojo a este dato, porque es el noveno año consecutivo en el que aumentan las ventas de libros digitales en las zonas de habla hispana.
Y, ahora, sí. Ahora voy a conectar los auriculares e intentaré echarme una siestecita mecida por el sonido de la lluvia enlatada que guardo en mi móvil junto con otros ruidos incómodos y voces estresadas que me gritan desde el WhatsApp.
Referencia:
Arturo San Agustín (2019).: Breve catálogo de ruidos. En: La Vanguardia, vivir, Págs. 26-28, jueves, 9 de mayo de 2019