# Atención, peligro inminente

Imaginemos la siguiente escena. Una mujer ciega escucha un ruido durante la noche. Se levanta de la cama y recorre a tientas la distancia que separa su habitación del salón. Siente frío. Está segura de que cerró puertas y ventanas antes de acostarse. Probablemente el ruido que escuchó lo hiciera el cristal de la ventana al romperse.

Ella no lo sabe, aunque lo presiente:  hay un individuo oculto tras las cortinas. El sujeto lleva un cuchillo. Abandona su escondite, sigiloso, y busca el ángulo adecuado para asestar el golpe final antes de que ella pulse el botón del aparato de teleasistencia. Ella lo ignora, pero el lector lo sabe.

En este caso estaríamos ante una escena de suspense. El lector dispone de más información que el protagonista, así que experimenta tensión e incertidumbre porque no cuenta con elementos que le permitan anticipar qué pasará. Puede que la mujer consiga activar la alarma o puede que el intruso la asesine antes de que lo haga. Puede que un tercero aparezca en escena introduciendo un nuevo elemento sorpresivo…

Recurrimos al suspense cuando mostramos a los personajes en una situación de riesgo inminente. Se consigue mantener al lector atento porque está pendiente de lo que pueda sucederle al personaje. El lector experimenta ansiedad e incertidumbre. Ansiedad porque anticipa un desenlace nefasto e incertidumbre porque ignora qué pasará.

Se trata de una emoción que genera mucha fatiga, así que no debe mantenerse demasiado tiempo. Tan pronto como resulte posible, aliviaremos la tensión para proporcionar al lector un merecido descanso.

# Resolviendo el enigma

Magdalena acaba de entrar en su casa después de un largo día de trabajo. Abre el bolso y coge la llave, la introduce en la cerradura pero la puerta está abierta.

Entra en la casa con cautela, todo parece en orden. Seguro que ha sido Eduardo, que se ha olvidado de echar la llave al salir. Avanza hasta la cocina. Hay rastros de sangre. El cadáver de su hijo ocupa buena parte de la superficie de la terraza.

Desde este momento se plantea un misterio que habrá que resolver. Los acontecimientos que se desarrollarán a partir de ese momento estarán encaminados a encontrar respuestas, a descubrir cómo, cuándo, quién y por qué. El desenlace, probablemente, nos permitirá comprender cómo se llegó a esta situación, qué fue lo que ocurrió. Es posible que nos llevemos alguna sorpresa…

En este caso, estamos hablando de intriga. El protagonista dispone de la misma información que el lector. Durante el desarrollo de la trama aparecerán pistas que lo mantendrán atento, pero hay detalles que se le escaparán y eso le producirá ansiedad. Quiere averiguar qué sucederá, qué sucedió.

# Cómo escribir una novela de intriga: aspectos a tener en cuenta

  1. D. James, escritora de ficción detectivesca, nos aconseja cómo escribir ficción cuando se plantea la resolución de un caso.

La resolución de un misterio como base del conflicto

Una novela de intriga plantea la resolución de un misterio. Si se trata de ficción detectivesca, el argumento tiene que contar con un asesino y con un número acotado de sospechosos que tengan razones verosímiles para cometer el crimen. Por supuesto, tienen que haber tenido la posibilidad de ejecutarlo. Evidentemente, necesitamos alguien que se encargue de investigar el misterio.

Es importante que, antes de comenzar a escribir, sepas cómo se resolverá el caso y que lo reconstruyas esbozando el desarrollo argumental a partir del desenlace, desandando el camino hacia el inicio. Es un consejo que proporcionan muchos autores de novela negra.  Sitúate ante el cadáver y pregúntate: ¿cómo se llegó a este punto?

Presta atención a los personajes

Evita los estereotipos en la medida de lo posible, porque ganarás credibilidad. Es importante que los lectores se identifiquen con el protagonista de tu relato, con sus grandezas y, también, con sus miserias. El lector tiene que empatizar con sus acciones y con sus reacciones, que pueden ser reprobables pero muy humanas. No construyas héroes ni villanos. Recurre al claroscuro, que es el tono de la realidad.

Investiga

Escribir una novela policíaca es muy difícil. Durante el proceso, consulta con la policía, con especialistas en criminología y anatomía forense; acostumbran a mostrarse dispuestos a colaborar. Es poco probable que sin la ayuda de estos profesionales puedas construir un relato creíble si se trata de un proyecto complejo.

En aras de la verosimilitud

El lector tiene que disponer en todo momento de la misma información que el protagonista. El autor tiene que proporcionarle pistas que le permitan hipotetizar sobre la forma como se resolverá el caso. Tiene que proporcionarle indicios que le permitan inducir y deducir qué pudo suceder y cómo puede terminar la historia. Si el lector cuenta con la misma información que el detective y el detective resuelve el caso pero él no consigue hacerlo, ¿qué ha ocurrido? ¿Hemos hecho algo mal?

En la gestión de la información está la clave. Tenemos que prestar atención a los datos que desvelamos. Conviene decidir qué información ocultaremos, qué indicios propondremos para que el lector pueda establecer hipótesis y cuándo será desvelada.

A veces, un secundario puede dejar un teléfono móvil encima de una mesa mientras conversa con el protagonista. Puede tirar un anillo a la papelera o susurrar a un extraño unas palabras al oído…

Se trata de indicios que  al lector le pueden pasar desapercibidos y, que, sin embargo, resultan cruciales para comprender lo que sucede. Son pistas que estaban ahí y que no tuvo en cuenta: a eso le llamamos respetar las reglas del juego.

La resolución del caso tiene que desarrollarse según el principio de la lógica (toda causa tiene una consecuencia). Al llegar al desenlace, ningún cabo quedará suelto. Es imprescindible para que el relato resulte verosímil.

# Para finalizar, escuchemos al Maestro

Según Alfred Hitchcock,

«La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple […] Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. […] Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. […] En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense».1

1Citado por Sergi Tesoro en El cine en la sombra. https://www.elcineenlasombra.com/alfred-hitchcock-la-sorpresa-y-el-suspense/

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