Construir una emoción

Construyamos la ira

Alegría, gratitud, serenidad, interés, esperanza, orgullo, diversión, miedo, ansiedad, ira, tristeza, aburrimiento, culpa, envidia, celos, decepción… son emociones que los personajes de nuestra historia experimentarán en algún momento de sus vidas inventadas. La eficacia de nuestro relato depende, en buena medida, de que consigamos que nuestro actor principal conecte con el lector. Y solo lo hará si conseguimos que se identifique con las emociones que el protagonista manifiesta.

Construir una emoción es difícil, así que, para que te resulte más comprensible, partiremos de un ejemplo. Vamos a construir la ira. Lo haremos paso a paso.

# Pensemos en el lector

Antes de comenzar a establecer el mapa de la emoción, tenemos que pensar en el lector, en el tipo de sentimientos y sensaciones que deseamos que experimente durante la lectura. ¿Queremos que empatice con el protagonista? ¿Pretendemos que sienta su rabia, la fuerza de su deseo, su determinación? Es importante, cuando planifiquemos la escena, que tengamos en cuenta esta cuestión.

# Para construir una emoción tenemos que conocerla

Las emociones son reacciones psicofisiológicas a ciertos estímulos ambientales. La ira es un concepto abstracto, necesitamos delimitarlo para abordarlo. ¿Cómo lo haremos? En primer lugar especificando las conductas en que dicha emoción se concreta, la forma como se manifiesta.

La ira provoca dos tipos de reacciones:

  • El ritmo cardiaco aumenta, el cuerpo se activa preparándose para el ataque, los sentidos se agudizan, la respiración se acelera, los músculos se tensan… La excitación que experimentamos nos predispone a actuar de forma impulsiva y, en muchas ocasiones, agresiva;
  • Dos personas enfrentadas a una misma situación probablemente reaccionarán de forma distinta. Ante un acontecimiento, una persona experimentará ira mientras que otra no lo hará, o lo hará en mayor o menor grado.

Tenemos que pensar con detenimiento cómo reaccionarán nuestros personajes ante situaciones concretas. Para ello, repasaremos los elementos biográficos que le confieren identidad, para que las conductas que manifiesta resulten coherentes con su personalidad. Claro que, puede suceder que una persona de naturaleza dulce reaccione con violencia ante un estímulo determinado, pero tendrá que existir una buena razón para que lo haga. 

# La gestión de las emociones

Un personaje puede experimentar ira ante una determinada situación, pero tenemos que pensar cómo gestionará ese sentimiento. ¿Se comportará de forma agresiva? ¿Gritará, romperá objetos, proferirá amenazas o insultos, golpeará a la persona que lo  ha provocado? O, por el contrario, ¿se reprimirá?, ¿expresará sus emociones enrojeciendo, vomitando? ¿La convertirá en un acicate para conseguir un reto? ¿Le dará valor para defender su punto de vista ante los demás? ¿Dirigirá la rabia contra sí mismo? ¿La canalizará haciendo ejercicio, fregando los cristales, haciendo la colada…?

# Reflexionemos sobre su origen

¿Por qué el protagonista se siente iracundo? ¿Seguro que es ira lo que siente? ¿No la estaremos confundiendo con algún sentimiento parecido, como el enfado, la impotencia o la desesperación? ¿Es la desesperación la que genera la ira?

Es posible que una persona desesperada manifieste la ira de una forma distinta a como lo haría una persona despechada. Antes de hacer que el personaje actúe, diseñaremos para él acciones y reacciones coherentes con su personalidad y su visión del mundo. El protagonista sube al escenario: ¿qué nos indican sus acciones? ¿Son coherentes con el patrón de conducta que hemos establecido de antemano?

# ¿In crescendo?

Es importante graduar la intensidad con la que nuestros personajes manifiestan sus emociones. Para que sus conductas resulten verosímiles tendremos que valorar si, ante una amenaza, reaccionarán de forma primaria, es decir, básica, explosiva o la emoción se manifestará in crescendo, de forma progresiva.

# Un cóctel de sensaciones

Normalmente, ante determinadas situaciones, no sentimos una sola emoción, sino que nos invade una mezcla de sentimientos. La ira puede venir acompañada de tristeza o de enfado; puede ser explosiva o contenida: la expresión de la misma será distinta en función de estos matices.

Para construir correctamente una emoción, analizaremos en profundidad las motivaciones de nuestros personajes, los rasgos de la personalidad que definen su comportamiento, las reacciones que resultan coherentes con su forma de ser y su manera de ver el mundo.

# Ayudarse de las metáforas

Una tarde lluviosa e invernal puede constituir el marco de la soledad, una tormenta en la noche, el de la ira. Un silencio espeso y una acción deliberadamente lenta pueden constituir el preludio de una explosión violenta.

# Detalles sugerentes, específicos

El momento emotivo se construye, también, mediante la ambientación y la creación del espacio psicológico. Evita las descripciones generales que diluyen la intensidad. Las emociones se construyen con base en detalles relevantes, muy específicos, sugerentes. Detalles que sugieren mucho más de lo que se muestra.

# La tragedia que se palpa en el ambiente

María llega tarde al trabajo. Cuatro años en paro y el Ford se queda varado a la primera oportunidad. El móvil, ¿dónde está el móvil? En la guantera, no. El contenido de su bolso desparramado en el asiento del copiloto: la agenda, los tickets del Caprabo, tres bolis, el monedero, un chicle, dos condones… ¿un chupete? ¿Dónde habré metido el teléfono? ¿Dónde lo habré puesto? Me cago en la madre que me parió, ¿por qué no hago nada bien? Un Lorazepam, menos da una piedra…

Se lo pone bajo la lengua. Uno, dos, tres, cuatro… El moño francés se ha desparramado sobre su cara. El desodorante amenaza con abandonarla y el rímel con manchar de negro su porvenir. Y la blusa recién planchada… menos mal que la arruga es bella, cago en la puta madre que me parió.

En medio de la autopista, a cuarenta minutos del principio de su nueva vida. Y el reloj que corre. ¿Es que no pasa nadie por esta mierda de carretera? Y sale del coche a que le dé el aire, pero la brisa de las ocho ahora le da la espalda. Cierra los ojos… a ver si me tranquilizo, que no puedo pensar. Un kleenex, pero no me hace falta, no voy a llorar. Puedo controlarlo. Todo saldrá bien. Aspiro profundamente, suelto el aire poco a poco. Aspiro, suelto el aire poco a poco… Hostia puta, daría mi vida por un cigarro. Me imagino una playa desierta, el horizonte al amanecer, el débil chasquido de las olas rompiendo contra la orilla. Y la madre que me parió. Y el puto coche del demonio, a patadas te voy a moler por hacerme esta jugada. Y a Dios, a la mierda contigo, a la mierda con todo. Y yo también, a la mierda, por inútil, por no haber aprendido el inglés como mamá me dijo que hiciera. ¿Por qué no me diste un par de hostias? ¡A la mierda contigo, mamá!

Ahora, te toca a ti…

Quisiera saber qué ocurre finalmente con María. ¿Acaba explotando esa ira apenas contenida? ¿Se rendirá y acabará llorando con la cabeza apoyada en el volante? ¿Dará un portazo, se quitará los tacones y echará a andar carretera adelante? ¿La emprenderá a golpes con todo?

Tú decides. La suerte de María está en tus manos…

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