El escritor y las escuelas de escritura

Soy escritora profesional y codirijo una escuela de escritura profesional. Desde mi punto de vista, eso significa que nuestro programa de estudios se orienta hacia el aprendizaje de un oficio y que, cuando nuestros alumnos concluyen su proceso de aprendizaje, están capacitados para desempeñar una profesión que les permitirá ganarse el sustento.

Quiero aclarar que un novelista (por el hecho de haber publicado novelas) no sería, desde esta perspectiva, un escritor profesional (o bien, solo lo sería en parte). Para ser considerado como tal, hay que dominar la profesión en sentido amplio e interdisciplinar, para estar en condiciones de escribir cualquier texto que cualquiera pueda encargar (cuidado, que esto tiene muchas implicaciones). Un novelista difícilmente vivirá de su trabajo, pero un escritor profesional sí puede, porque sus posibilidades de desempeño laboral abarcan disciplinas muy diversas: algunas artísticas y otras técnicas.  

Las personas y las empresas consumimos multitud de historias a diario, y queremos seguir consumiéndolas. Todos lo hacemos, así que, como escritores, nos conviene componer relatos, sean de ficción o no lo sean, que puedan adaptarse a distintos formatos para ser leídos, visualizados en pantalla, interpretados en un escenario, musicalizados, escuchados… textos que posibiliten una experiencia de lectura hipertextual, que faciliten la interacción con el usuario, como los juegos de rol o las aventuras de selección múltiple. Vivirá de su oficio, el escritor que sea capaz de componer historias en formatos distintos para públicos deferentes.

Como escuela de escritura y edición profesionales asumimos el reto de formar a los escritores de un futuro que va cobrando presencia a pasos agigantados. Sectores muy diversos precisan de escritores polivalentes, de personas que dominen el lenguaje como herramienta de creación, capaces de prestar su pluma a cualquiera que la pueda solicitar.

A las personas que conformamos Historias donde Vivo nos indigna que, en el sector editorial, el autor sea el que siempre pierde dinero, el que paga por trabajar. Nos entristece que muchos tengan la impresión de que cualquiera puede desempeñar un oficio tan complejo, sin prepararse debidamente para ello. Como docentes, nos entristece, también, pensar en la cantidad de personas que enseñan esta profesión sin estar capacitadas para hacerlo. Porque para enseñar no basta con saber la asignatura; porque el deseo de escribir una historia no basta para hacerlo bien. No hay manual, cursillo o guía que te capacite para desempeñar un oficio que debería aprenderse en la Universidad.

En nuestra escuela, el profesorado estudia e investiga para asumir el desafío de formar escritores que puedan pagar sus facturas mientras disfrutan de su trabajo. Es un reto que nos ilusiona, que nos motiva para seguir construyendo un espacio educativo en el que, como en toda escuela que se precie de serlo, los alumnos y alumnas estén donde tienen que estar: justo en el centro.

Ma. Luisa Penín Navascués

Codirectora

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