En Historias donde Vivo queremos unirnos a la celebración del día internacional de la mujer. Queremos hacerlo rescatando fragmentos de relatos en que la presencia o la ausencia personajes femeninos nos invitan a la reflexión y a la reivindicación de lo femenino como sinónimo de fuerza, de compasión, de resiliencia, de belleza, de generosidad, de entrega, de esperanza.

Dedicamos este espacio, pues, a todas las mujeres y a las niñas. Y, también, a todas aquellas mujeres que recorren un camino lleno de dificultades para llegar a serlo.

Os invitamos a leer y a sacar conclusiones. No necesitamos más palabras.

 

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«Los hombres salen del saloon y se enfrentan en la calle polvorienta, bajo el sol pesado. El más joven y apuesto defiende a los colonos agricultores y la ama. El mayor, que usa bigotes, ataca en nombre de los ganaderos y solamente la desea. Ella se llama Solitaria, y es la yegua más hermosa del condado. También hay una mujer, pero no tiene importancia».

Ana María Shua

En Cazadores de letras

 

Golem y rabino III

Adaptación de María Luisa Penín

«¿Quién somete? ¿Y quién es sometido? Dícese que en cierta ocasión la que se rebeló no fue la esclava, sino su ama. Te prohibo que me obedezcas, gritó con voz temible. Y la esclava se vio forzada a realizar la más difícil de las tareas: ser ama de sí misma».

Versión original de María Shua

En Cazadores de letras

 

«El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás».

Gabriel García Márquez

Historias de mis putas tristes

 

Los pulcros son así

«Los pulcros usan muchas prendas de vestir y se las quitan lentamente. Al cabo del primer año se han sacado ya el sombrero y los calcetines, que acomodan con parsimonia sobre una silla. Cuando por fin están desnudos, miran a su pareja con cierta decepción y algunos exigen que se la cambien por una mujer más joven […]

Ana María Shua

En Cazadores de letras

 

«Cuando la casa estuvo en orden llamé a Rosa Cabarcas. ¡Dios Santo!, exclamó al oír mi voz, creí que te habías ahogado. No podía entender que hubiera vuelto a pasar la noche con la niña sin tocarla. Tienes todo el derecho de que no te guste, pero al menos pórtate como un adulto. Traté de explicarle, pero ella cambió de tema sin transición: De todos modos te tengo vista otra un poco mayor, bella y también virgen. Su papá quiere cambiarla por una casa, pero se puede discutir un descuento».

Gabriel García Márquez

Memoria de mis putas tristes

 

«Prácticamente vivo en la calle. En invierno, cuando estamos congelados, nos echamos encima de los respiraderos del metro. Cada vez que un convoy pasa estruendoso por debajo del asfalto, una corriente de aire hediondo pero caliente sale impulsado por la reja y deshiela por unos instantes nuestros cuerpos. En verano, el asfalto está que arde, y hace bochorno en la calle. En las piscinas públicas hay que pagar entrada. El lago de Wannsee, esa piscina de las masas, en la que entramos trepando por las alambradas de púas, están a veinte kilómetros, y el viaje cuesta dinero. Los lagos de Havel también están demasiado lejos. En el lago Grünewald apenas se cabe, de tanta gente como hay. Las llamadas “bañeras de los niños” están más negras que un baño de fango y más calientes que los orines; a veces ves un cagarro flotar hacia ti, a la altura de tu boca».

 

«A veces nos tumbamos junto a la acera y dejamos que nos duchen los camiones-cuba del servicio de limpieza de la ciudad. El agua está fría y aún no está reposada, porque la utilizan nada más bombearla. […] Durante uno de estos baños, otro niño de la calle se desangra literalmente en el sumidero. Está tendido junto a la acera, y yo voy a echarme a su lado, cuando de pronto se incorpora. Uno de los extremos de la cañería, sujeta por uno de los lados del camión y de donde brota el agua por centenares de pequeños agujeros le siega la yugular.

El pulmón de los berlineses son sus huertos comunitarios. Son la madre de la que amamantan. Yo también».

Klaus Kinski

Yo necesito amor

 

Las mujeres se pintan

«Las mujeres se pintan antes de la noche. Se pintan los ojos, la nariz, los brazos, el hueco poplíteo, los dedos de los pies. Se pintan con maquillajes importados, con témperas, con lápices de fibra. En el alba, ya no están. A lo largo de la noche y de los hombres, se van borrando».

 

 

 

Imitación

 

«Burdel de pueblo que imita famoso burdel de la capital que imita burdeles de Nueva Orleans que imitan la idea que los americanos tienen de los burdeles de París. Burdel de pueblo, copia lejana: balcones de terciopelo rojo, mujeres de hierro forjado».

 

 

 

Ana María Shua

Cazadores de letras

 

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